LA COMUNIÓN INTIMA CON DIOS Y LA GUERRA ESPIRITUAL - 2ª parte



Continuamos con el estudio que comenzamos ayer.

"Jehová, ¿quién habitará en tu tabernáculo? ¿Quién morará en tu monte santo?
El que anda en integridad y hace justicia, Y habla verdad en su corazón.
El que no calumnia con su lengua, Ni hace mal a su prójimo,
Ni admite reproche alguno contra su vecino" Salmo 15:1-3.

Nuestra lengua y nuestro corazón están interconectados. Si el corazón es una fuente amarga, la lengua será amarga. Si el corazón es una fuente dulce, la lengua será dulce.
Nuestra comunión intima con Dios depende, COMPLETAMENTE, de esto.

Para esto vamos a aprender algo que puede suceder en el cuerpo humano.
VIRUS Y BACTERIAS
Nuestro cuerpo humano posee un sistema inmunológico. Su función es proteger el cuerpo de  virus, bacterias, parásitos y hongos.
Para esto cuenta con células que detectan al enemigo invasor, lo comienzan a atacar para que no dañe al cuerpo, avisan a otras células y crean más células para ser mayoría y salir vencedores en esta guerra.
Cada vez que algún virus, bacteria, parásito u hongo quiere atacar el cuerpo humano, estas células entran en acción y defensa. Allí hay una guerra muy fuerte. La pus es un resultado visible de esa guerra feroz.
Cuando tomamos antibióticos estamos ayudando a nuestras células a ganar la guerra.
Aunque de tanto usarse hoy en día antibióticos, esto ha producido, por ejemplo, que las bacterias desarrollen lo que se llama comúnmente “resistencia bacteriana a los antibióticos”.
Para esto se varía la medicación.
Las bacterias logran aprender del fracaso de anteriores ataques y ahora se vuelven más astutas y esquivan la defensa.

Aquí encontramos un paralelo con nuestra guerra espiritual.
El enemigo de nuestra alma usa pensamientos como virus. Efesios 6:16 los llama “los dardos de fuego del maligno”.
El diablo, astuto para el mal, da vueltas alrededor del creyente (1 Pedro 5:8) y va modificando su estrategia.
Cuando lo descubrimos cambia de plan de ataque.
Defendemos con la Palabra y él utiliza las Escrituras también.
Con Eva usó lo que Dios había dicho: “¿Conque Dios os ha dicho…?” (Génesis 3:1).
Con Jesús en el desierto usó el Salmo 91:11 y 12 (Mateo 4:6).

Entran a nuestro corazón pensamientos contra alguien y algo razona: “No es murmuración, es celo santo”.
Entran a nuestro corazón pensamientos con una mujer que no es nuestra esposa y algo razona: “No es pecaminoso. Dios sabe que merezco ser amado”.
O la mujer piensa: “Mi esposo no es todo lo espiritual que yo merezco. Dios va a darme tiempos de refrigerio”.
Entran pensamientos a nuestro corazón de pánico y temor, y algo razona: “No se si debo rechazar esos pensamientos. Puede ser Dios que me está advirtiendo”.
Alguien nos halaga y rápidamente nos sentimos especiales. Y pensamos: “Dios da sabiduría. El me dio sabiduría”. En un anterior ataque de sentirnos especiales pensamos: “que mente veloz que tengo”. Y eso nos llevó al orgullo. Por lo que renunciamos a creernos especiales. El enemigo ve eso, y ahora dice: “Dios te dio esa sabiduría que te hace ESPECIAL”.
Y cuando nos queremos dar cuenta ya estamos menospreciando a otros porque no podemos creer que no entiendan lo que nosotros entendemos.
Es verdad Dios da sabiduría (Santiago 1:5). Pero lo que nuestro corazón y el enemigo se olvidaron de mencionar es cuanta paciencia nos tuvo que tener Dios a lo largo de los años para ir aprendiendo y madurando. No somos mejores que otros hermanos. Simplemente puede suceder que en cierta área llevemos más tiempo en la paciencia de Dios, y algo hemos aprendido ahí.

Vamos al trabajo y tenemos malas actitudes. Cara de amargado y tratamos a los demás sin ganas. Se incrusta un pensamiento: “Lo que pasa es que a esta gente hay que tratarla así”. O “no es mal carácter, el cristiano debe ser manso pero no menso”.

Una vez, hace muchos años, un vecino que se congregaba en una iglesia, me contó que habían hecho un “evento cristiano”. Para esto contrataron una empresa de sonido. Tuvieron unos problemas con ellos y el líder les dijo que se tenían que preparar porque quizás había que pelearse a las trompadas. Cuando le dije que eso era una locura, me dijo: “Tú no entiendes. ¡Eso es tomar autoridad espiritual!”.

Etc, etc, etc…..

Por esto Pablo le advierte a los corintios que despierten y consideren, porque la serpiente usa de “astucia” “engaño” para “extraviarnos” (2 Corintios 11:3).

De la misma manera que las bacterias aprenden a neutralizar el ataque de los antibióticos, así los demonios aprenden a dar vueltas los argumentos y si no somos cuidadosos, o nos atrapan por un lado o nos atrapan por el otro. Y otra vez el corazón vuelve a infectarse.

ENFERMEDADES AUTOINMUNES
Pero en esa guerra del cuerpo con las bacterias y virus, hay un caso peor.
Hay virus que producen lo que se denominan “enfermedades autoinmunes”. Existen más de 80 “enfermedades autoinmunes”
(http://www.fotolog.com/siete_mujeres2/58681508/).
Se les llama así por el proceso de ataque que usan.

Las “enfermedades autoinmunes” cuentan con células que tienen la capacidad de engañar a las células de defensa para que crean que las células buenas son las enemigas. Así las células de defensa comienzan a fabricar más y más células de defensa que se atacan a sí mismas.
En vez de atacar a las células enemigas, se atacan a sí mismas. Por lo que la guerra está perdida.
Así el cuerpo, con una defensa que se ataca a sí misma, puede llegar a ser destruido fácilmente.

Esto también tiene un gran paralelismo con la guerra espiritual en la que nos encontramos.
Si nuestro sistema de defensa está entrenado, activo y preparado, éste detecta el ataque infernal de pensamientos malos.
Percibe rápidamente el acercamiento de un virus del enemigo. Por lo que activa una alarma. El sistema de defensa se pone en acción y comienza a rastrear al enemigo, identificarlo, y una vez identificado, se lo ataca de forma directa.
¿Con qué?
Con una Verdad específica de la Palabra de Dios, que es el antídoto absolutamente eficaz.
Esto fue lo que hizo Jesús:
Mateo 4:5-7 "Entonces el diablo le llevó a la santa ciudad, y le puso sobre el pináculo del templo, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate abajo; porque escrito está:
A sus ángeles mandará acerca de ti, y, En sus manos te sostendrán,
Para que no tropieces con tu pie en piedra. Jesús le dijo: Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios".

El problema está si el sistema de defensa no está ni entrenado, ni activo, ni preparado:
Hebreos 5:13,14 "Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño; pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal".
Noten aquí:
“madurez”: necesitamos madurar porque sino el enemigo nos confunde fácilmente. Efesios 4:14 dice que si “somos niños” espirituales somos “llevamos por todo viento”.

“por el uso”: al usar nuestro sistema de defensa día a día, pelear sin tregua esta batalla del corazón, maduramos y se ejercita nuestro “discernimiento del bien y del mal”.
“los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal”.
Nuestro sistema de defensa en la batalla diaria se hace más eficaz y experto en esta guerra de distinguir qué es bueno que entre al corazón y que es malo.
En el ejercicio, nos volvemos expertos en descubrir los engaños del enemigo de nuestra alma.

Por el contrario, si cada vez que el enemigo usa sus artimañas, astucias, argumentos, con nosotros, le damos paso libre, terminamos como el cuerpo ante las “enfermedades autoinmunes”.
Estas logran engañar a las células y les hacen pensar que las células buenas son las malas y que deben atacarlas.

Es así como terminamos abrazando mentiras del enemigo y atacando las verdades que nos mantienen sanos en la fe.
Discutimos con nuestra esposa/o y pensamos “No es mi culpa. Es ella. No entiendo Dios, ¿como puede ser así?”
Y quizás la culpa la tenemos nosotros.
En vez de pensar en qué nos equivocamos, retorcemos millones de pensamientos de “¿cómo puede ser así mi esposa?. Yo le dije… Pero claro, no le importa…. Y me acuerdo en 1834 cuando…”.
Seguramente intentan acercarse pensamientos que nos podrían mostrar que somos nosotros los culpables o que tenemos parte de la culpa, pero discutimos como si estuviéramos hablando con alguien. “Sí, pero ella/él es peor porque…”.
En éste caso, nuestro corazón y el enemigo nos engañan para confundir las células de defensa como células enemigas, y las atacamos.
Ese problema, esa discusión, puede ser un medio de Dios para madurar en humildad, paciencia, amor, misericordia, mansedumbre, templanza, paz, etc, etc…
Pero esta “enfermedad autoinmune” hace confundir a nuestras células y atacamos a nuestros aliados en favor de nuestros enemigos, que son todos y cada uno de aquellos pensamientos que simplemente NO SON TODA LA VERDAD.
Puede que tengan algo de verdad, pero ya una pequeña porción de mentira en algo que dejamos anidar es suficiente virus que tiene la capacidad de continuar creciendo hasta que nuestra infección sea realmente grave.

De esta manera, atacando nuestra defensa y aliándonos con nuestro enemigo, confundiendo la verdad como enemigo y la mentira como aliado…. ayyy si nos quieren ayudar….
El apóstol Pablo estaba “maravillado” (Gálatas 1:6) y “perplejo” (Gálatas 4:20) al ver que los Gálatas tenían el sistema inmunológico confundido. Ellos estaban parados en la puerta de la Iglesia: pero dejando pasar amablemente la mentira y poniéndose furiosos contra la verdad.
Pablo les escribe en Gálatas 4:16: “¿Me he hecho, pues, vuestro enemigo, por deciros la verdad?”

Mañana continuamos.


Luis Rodas


.

0 comentarios:

Publicar un comentario

 

Instagram

Haz click AQUÍ

Twitter Updates

Sobre mí