Continuamos con el estudio que comenzamos hace dos días.
"Jehová, ¿quién habitará en tu tabernáculo? ¿Quién morará en tu monte santo?
El que anda en integridad y hace justicia, Y habla verdad en su corazón.
El que no calumnia con su lengua, Ni hace mal a su prójimo,
Ni admite reproche alguno contra su vecino" Salmo 15:1-3.
Nuestra lengua y nuestro corazón están interconectados. Si el corazón es una fuente amarga, la lengua será amarga. Si el corazón es una fuente dulce, la lengua será dulce.
Nuestra comunión intima con Dios depende, COMPLETAMENTE, de esto.
Si “no nos ejercitamos por el uso en el discernimiento del bien y del mal” (Hebreos 5:14), el enemigo con su virus logra dar vuelta nuestra percepción de lo que es bueno para nuestro corazón y lo que es malo. Y no sólo le damos bienvenida a lo que nos enferma, sino que nos enojamos con aquel que quiere ayudarnos a ver que nuestro sistema inmunológico está viendo todo al revés. En vez de considerar al diablo, los demonios y el propio corazón como enemigos, consideramos a nuestro aliado que nos quiere abrir los ojos con la verdad, como alguien a rechazar.
Pablo les dice a los Gálatas: “¿Me he hecho, pues, vuestro enemigo, por deciros la verdad?”
LA NECESIDAD DE EJERCITAR POR EL USO EL DISCERNIMIENTO
Como creyentes en Cristo tenemos una imperiosa necesidad de ejercitar por el uso el discernimiento.
No estoy hablando del discernimiento para saber si alguien está endemoniado o tiene mal carácter. ¡NO!
Es el ejercitarse por el uso del discernimiento de que es bueno y que es malo, que es verdad y que es mentira, para dejar entrar al corazón o prohibirle la entrada.
Conforme a la Palabra de Dios y la guía del Espíritu Santo específica, necesitamos ejercitarnos para que las células enemigas no logren confundir nuestro sistema inmunológico. Y que podamos detectar rápidamente cuando el enemigo está queriendo escurrirse en el corazón.
Detectarlo, hacer sonar una alarma, identificarlo, neutralizarlo y echarlo fuera del corazón.
Salmo 90:12 “Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría”.
Un cristiano perezoso y descuidado en esto, vagará constantemente en su corazón y será arrastrado una y otra vez. Y lo peor: no tendrá ni idea de qué es lo que sucede.
El cristiano debe ejercitarse para ser experto en detectar, hacer sonar una trompeta de alarma avisando que ha entrado en guerra, identificar, neutralizar y echar fuera.
Ni bien comienza el ataque él debe comenzar éste proceso.
Como muy bien escribió John MacArthur: “"En 2 Crónicas 20: 15, el Espíritu del Señor dijo: 'la batalla no es vuestra, sino de Dios'. Ese versículo es el lema de una clase de enseñanza de una supuesta vida más profunda llamada quietismo. Los quietistas creen que la única manera de vivir la vida cristiana es a través de una rendición pasiva en lugar de la autodisciplina. El concepto que tienen de la vida cristiana se refleja en dichos populares como : 'suelta y deja que Dios actúe' y 'yo no puedo, EL puede'. En lugar de luchar y esforzarse ellos dicen que los creyentes deben rendirse sin asumir un papel activo en el proceso de santificación.
Pero por un lado, debemos depender de Dios, depender de su energía, poder y recursos. Por otro lado, debemos obedecer a Dios. eso requiere compromiso y dominio propio” ("Equipados para la Batalla”. Pag. 72).
Debemos ejercitarnos por el uso. Cuanta más práctica, mejor capacidad de detectar pensamientos falsos.
El creyente ejercitado dice: “A ti te conozco. Tú ya viniste varias veces e hiciste daño. NO más”… “Uyy… ¿qué haces aquí?… Tú eres el mismo pensamiento de ayer pero con otro disfraz. ¡Fuera!”
El creyente ejercitado en la guerra espiritual y de su propio corazón se mantiene alerta, es hábil para detectar virus enemigos, los echa fuera, y permanece en comunión intima con Dios.
¡Ejercitémonos por el uso! ¡Dios está con nosotros!
“Contigo desbarataré ejércitos, y con mi Dios asaltaré muros” (Salmo 18:29).
Luis Rodas
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Etiquetas:
La comunión íntima con Dios
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