LA COMUNIÓN INTIMA CON DIOS Y NUESTRA LENGUA 1 parte



Continuamos con el Salmo 15.
Salmo 15:1-3 "Jehová, ¿quién habitará en tu tabernáculo?
¿Quién morará en tu monte santo?
El que anda en integridad y hace justicia,
Y habla verdad en su corazón.
El que no calumnia con su lengua,
Ni hace mal a su prójimo,
Ni admite reproche alguno contra su vecino".

A lo largo de esta serie de estudios sobre el Salmo 15, hablamos de la importancia de inspeccionar nuestro corazón para que todo nuestro cristianismo no sea de la boca para afuera.
Vimos el caso de Saúl. Mostraba una cosa pero era otra.

Una consecuencia directa de no inspeccionar nuestro corazón diariamente es que terminamos viviendo una relación seca, fría, vacía, lejana, con Dios. Simplemente porque EL se relaciona con nuestras palabras únicamente si ellas provienen de lo que realmente sentimos, pensamos y anhelamos.
¿Recuerdan las palabras de Dios a Israel?
“Porque este pueblo se acerca a mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí” (Isaías 29:13).

Pero ahora, al continuar con el Salmo, encontramos OTRA consecuencia de ser negligentes en examinar el corazón:
El verso 3 habla del “que no calumnia con su lengua”.
Según el Diccionario Brown-Driver-Briggs esto habla de: “espiar, ser chismoso, calumnia”.
Una consecuencia directa de dejar entrar cualquier cosa a nuestro corazón, es que luego nuestra boca va estar llena de basura.
¿Por qué?
Jesús dijo: “Porque de la abundancia del corazón habla la boca” (Mateo 12:34).
Aún en personas que no son sinceras, tarde o temprano termina saliendo lo que en realidad hay en su corazón.
Mateo 15:18,19 "Pero lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre. 
Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias".

Lo que permitimos entrar a nuestro corazón pronto va a terminar conduciéndonos a pecar. De muchas maneras. Aquí Jesús habla de: “malos pensamientos, homicidios, adulterios, fornicaciones, hurtos, falsos testimonios y blasfemias”.
Pero puntualmente el verso que estamos viendo hoy en el Salmo 15 (verso 3), nos habla de los pecados de nuestra lengua.
Lo que sale de nuestra boca contaminado es lo que hemos permitido antes que contamine nuestro corazón: “Lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre”.
Por esto el consejo bíblico es muy claro:
Proverbios 4:23 "Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida".

Ahora vamos a hablar de cómo cuidarnos para no pecar con la lengua en general.

CÓMO EMPIEZA
La contaminación en nuestro corazón empieza a brotar como un volcán de veneno.
Y al hablarlo peor se contamina el corazón:
Proverbios 18:20,21 "Del fruto de la boca del hombre se llenará su vientre; 
Se saciará del producto de sus labios. 
La muerte y la vida están en poder de la lengua, Y el que la ama comerá de sus frutos".
Este pasaje no habla del “poder de la confesión positiva” como algunos tristemente quieren hacer ver.
La Palabra de Dios habla claramente de que nuestra boca no sólo puede bendecir o maldecir a otros. Sino que debemos tener cuidado también porque lo que hablamos da un fruto en nuestro corazón.
“Del fruto de la boca del hombre se llenará su vientre;
Se saciará del producto de sus labios” (18:20).
Cuantas veces vamos hablando y nos vamos poniendo peor y peor: “bla, bla, bla…” y el corazón se va envenenando más y más.
Por el contrario si me esfuerzo por hablar bien de otros mi corazón no sólo se guarda del orgullo y resentimiento, por ejemplo, sino que también mi corazón recibe una influencia de amar a esa persona.

Mi corazón influencia directamente a mi boca. Pero cuando encuentro, por ejemplo, que mi corazón se ha ensuciado con amargura hacia algún hermano, hago un esfuerzo consciente de perdonar, amar, ser paciente y misericordioso, y elijo orar por ese hermano, y hablar algo bueno: “El tiene otros puntos muy buenos de los que yo puedo aprender”. “Estoy muy agradecido a él por otros momentos en los que me ayudó”, etc, etc…

Y si no tengo nada bueno que decir, porque o no es un hermano, o hay grandes posibilidades de que no lo sea, es imprescindible, o no hablar nada de esa persona, o hablar lo justo y necesario.
Si es necesario advertir acerca de esa persona, se hace. La Biblia está llena de advertencias sobre lobos vestidos de ovejas. Pero aún eso se hace con mucho cuidado (2 Timoteo 2:24-26)
Miren el versículo 21 del pasaje que recién leímos: “La muerte y la vida están en poder de la lengua” (18:21).
Aquí encontramos un “poder”. El “poder de la lengua”. Con ella podemos hacer mucho daño, podemos hacer que otros al ser expuestos a nuestra lengua maduren en su relación con Dios, podemos predicar el evangelio y que otros pasen de muerte a vida (1 Corintios 1:21), podemos hacer que los dichos de nuestra boca sean agradables a Dios y caminar con EL íntimamente (Salmo 18:14) y podemos hablar de tal manera que nos llenemos de basura estorbando nuestra comunión intima con Dios.
“La muerte y la vida están en poder de la lengua” (18:21).

Y continúa: “Y el que la ama comerá de sus frutos” (18:21)
¿Ama qué?
El que ama la lengua.
¿A qué se refiere?
El que trata con cuidado éste miembro del cuerpo tan importante, “comerá de sus frutos”. Sacará buenos beneficios de éste miembro tan decisivo para nuestra vida.
Algo similar encontramos en Proverbios 12:13:
"El impío es enredado en la prevaricación de sus labios; Mas el justo saldrá de la tribulación".
El “impío” queda enredado en las cuerdas dañinas que él mismo se fabricó con su boca. Pero “el justo saldrá de la tribulación”. El es sabio y prefiere hacerse a un lado y no enredarse en conversaciones corrompidas.
¿Notan el contraste?
Es el impío el que se enreda en la prevaricación de sus labios.
Cuantas personas del mundo se hacen daño con lo que hablan.
Salmo 64:8 “Sus propias lenguas los harán caer”.
Y cuantos cristianos se han descuidado en esto y actúan como el mundo. Van contaminando su corazón diariamente en conversaciones que no convienen.
Siguen en la Iglesia, no dejarían de congregarse, pero sienten como si algo los tuviera atados. Están “enredados en la prevaricación de sus labios”.
Quejas y murmuraciones de lo que están viviendo. No dicen: “Dios, eres malo”. Pero al quejarse contra otros, se están quejando contra el Dios que hace su voluntad en todas las cosas. Críticas. Tal vez no te des ni cuenta, pero siempre estás hablando mal de alguien. Llegas a pensar: “¿Cómo puede ser? No lo puedo creer. Como es la gente. Ya no hay cristianos verdaderos”. El estar viendo siempre lo negativo de los demás es un muy mal síntoma de orgullo y deficiencia del carácter cristiano.
Si había alguien que podía ver maldad en el ser humano y nunca encontrar algo bueno en nadie era Jesús. El estaba acostumbrado a la Perfecta Santidad. Sin embargo, por ejemplo, encuentra a Natanael y dice: “He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño” (Juan 1:47).
¿Y tú siempre le ves todo lo negativo a todos?
No que viera bondad en el hombre como si pudiera ser bueno por sí mismo.
Jesús dijo que nosotros éramos malos ( Mateo 7:11). Pero también veía la obra de Su Padre en nuestras vidas. ¿Nosotros vemos la obra de Dios en la vida de nuestros hermanos?


Luis Rodas


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