"Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego..." (Filipenses 4:6).
A veces como pastor estoy tentado a pensar que lo que hago no tiene fruto alguno.
A veces estoy tentado a pensar que aunque me ocupe de enseñarle la Palabra a mis hijas, a ellas no les sirve de nada. Que el mundo es más fuerte que Dios.
A veces estoy tentado a ser impaciente con otros.
A veces estoy tentado a dejar todo por críticas, las calumnias más horribles o por verme a mí mismo insuficiente.
A veces me parece que los hermanos con los que trabajo mes tras mes tras mes maduran, crecen, pero de pronto hacen algo que me lleva a pensar: "Esta es una obra imposible".
¿Qué debo hacer en cada una de estas tentaciones y en muchas más?
¡DIOS!
¡Dios es nuestra fuerza!
"Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones DELANTE DE DIOS en toda oración y ruego...".
El salmista escribe: "Bienaventurado el hombre que tiene en ti sus fuerzas" (Salmo 84:5).
Las perfecciones de Dios son nuestra fuerza.
Necesitamos dejar de quejarnos de nuestros hijos, nuestra esposa/o, nuestros jefes en el trabajo, nuestros vecinos, los gobernantes de este país, la Iglesia, las dificultades, las oposiciones, etc, etc...
Todo eso sucede porque Dios está haciendo de ti un hombre o una mujer, que depende de Dios PARA TODO.
Un hombre o una mujer que avanza de rodillas.
Un hombre o una mujer que dice: "yo no puedo. Pero ¿habrá algo que sea difícil para EL?"
¡Necesitamos a Dios!
Cuando no oramos, es porque en nuestra altivez creemos que podemos hacerlo por nosotros mismos: “El malo, por la altivez de su rostro, no busca a Dios” (Salmo 10:4).
Y así, las congregaciones se transforman sólo en canciones que nadie cree, predicaciones que nadie vive, y mucha tradición, mucha tradición.
Y cuando las cosas no funcionan, como pastores, nos resentimos con la gente.
Les sorprendería el porcentaje de pastores que dicen: "No hay compromiso. Nadie se compromete".
La respuesta no es poner la carga de la Iglesia en la gente.
La respuesta es: Dios.
Debemos correr a Dios. El debe ser nuestra fuerza, nuestro refugio, nuestra esperanza, nuestro gozo, el Dios a quien servimos.
¿Cómo nos atrevemos a servir a Dios sin tener devocionales temprano a la mañana cada día?
¿Cómo nos atrevemos a llamarnos siervos de Dios si no oramos cada día por las ovejas que EL nos confió?… CADA DÍA….
Esto incluye nuestras familias, por supuesto...
Mira a Pablo escribiéndole a los colosenses: “No cesamos de orar por vosotros” (Colosenses 1:9).
Mira lo que escribe Pablo sobre Epafras su colaborador: "Os saluda Epafras, el cual es uno de vosotros, siervo de Cristo, siempre rogando encarecidamente por vosotros en sus oraciones, para que estéis firmes, perfectos y completos en todo lo que Dios quiere” (Colosenses 4:12).
Y mira cual es el resultado de todo esto:
Filipenses 4:7 "Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús".
Luis Rodas
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