“Emanuel, Dios con nosotros”, llega al mundo, y “no había lugar” para él.
Por lo que Dios hecho carne tiene que nacer en un sucio comedero de animales.
¡Vaya comienzo! ¿no?
¿Qué hubiera pasado si llegaba un gran político al mesón? ¿O un hombre famoso? ¿Un acaudalado llegando con su grupo de sirvientes? ¿O uno de los rabíes más importantes?
¿Pero qué valor parecía tener este matrimonio pobre y este niño insignificante?
Mira lo que dice Isaías 53:2,3 "Subirá cual renuevo delante de él, y como raíz de tierra seca; no hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos.
Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos".
Emanuel, Dios con nosotros, comenzaba su camino de humillación.
Isaías 6:1-10 "En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo. Por encima de él había serafines; cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies, y con dos volaban. Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria. Y los quiciales de las puertas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la casa se llenó de humo.
Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos.
Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas; y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado.
Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí. Y dijo: Anda, y di a este pueblo: Oíd bien, y no entendáis; ved por cierto, mas no comprendáis. Engruesa el corazón de este pueblo, y agrava sus oídos, y ciega sus ojos, para que no vea con sus ojos, ni oiga con sus oídos, ni su corazón entienda, ni se convierta, y haya para él sanidad".
Isaías dice: “Han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos” (6:5).
Pero veamos un poco más sobre este “Rey” “sentado sobre un trono alto y sublime” (6:1) que vio Isaías:
Juan 12:36-42 "Entre tanto que tenéis la luz, creed en la luz, para que seáis hijos de luz.
Estas cosas habló Jesús, y se fue y se ocultó de ellos.
Pero a pesar de que había hecho tantas señales delante de ellos, no creían en él; para que se cumpliese la palabra del profeta Isaías, que dijo:
Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio?
¿Y a quién se ha revelado el brazo del Señor?
Por esto no podían creer, porque también dijo Isaías:
Cegó los ojos de ellos, y endureció su corazón; Para que no vean con los
ojos, y entiendan con el corazón,
Y se conviertan y yo los sane.
Isaías dijo esto cuando vio su gloria, y habló acerca de él.
Con todo eso, aun de los gobernantes, muchos creyeron en él; pero a causa de los fariseos no lo confesaban, para no ser expulsados de la sinagoga".
Aquí Isaías vio la gloria preexistente de Jesús. Antes de ser Dios encarnado.
“Sentado sobre un trono alto y sublime”.
Una pequeña diferencia con nacer en un comedero de animales ¿no?
Luis Rodas
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