"Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor...”
(Efesios 6:10).
Hace poco una persona estaba haciendo alguna tarea para el Señor, y con mucho desánimo dijo: “Cómo quisiera que el Señor me dé más capacidad”. Y yo le respondí con amor: “¿Más? Ufff… Y yo que pensé que el Espíritu Santo era suficiente”.
No me estaba burlando de esa persona, simplemente le estaba intentando recordar y animar que la máxima capacidad inimaginable está a nuestra disposición ya: el Espíritu Santo. La gracia nos dio la capacidad, nosotros la apropiamos por fe.
No decimos, como si estuviéramos desamparados y deseando algún bien, “que bueno sería”. Mas bien oramos en plena certeza: “Dios por favor dame esa capacidad que me has concedido en Cristo”.
No nos acercamos a Dios como aquella mujer cananea que esperaba las migajas de la mesa (Mateo 15:27). Nos acercamos en la identidad de hijos amados sabiendo y creyendo todo lo que nos ha provisto en Cristo.
Es sumamente importante que conozcamos cual es nuestra vida en el Señor, oremos que esto llene nuestros corazones, y luchemos incesantemente para permanecer parados allí.
En Cristo, nosotros no peleamos para lograr la victoria, ¡peleamos desde la victoria!
Cuando Israel entraba a la tierra prometida, entraba a la tierra que Dios ya le había entregado. Dios le dijo: “Mirad, yo os he entregado la tierra, entrad y poseed” (Deuteronomio 1:8). No dice: “os entregaré la tierra”. Dice: “os he entregado la tierra”.
No iban a conseguir la victoria, Dios ya les había dado la victoria. Ahora debían entrar y poseer.
Así nosotros en Cristo. No necesitamos salir cada mañana para conseguir estas cosas. Necesitamos conocer, creer y vivir en lo que ya somos, tenemos y tendremos en Cristo. Fortalecer estas verdades en nuestra vida una y otra y otra vez.
Todo esto nos fue dado en Cristo por gracia. Pura gracia. Y lo recibimos por la fe.
La gracia nos lo dio, la fe se lo apropia.
El diablo intentará sin descanso combatir de forma constante y estratégica lo que ya eres, tienes y tendrás. Tú “fortalécete en el Señor”.
No es que no pides. Pides, buscas y llamas. Pero sabiendo que en Cristo se te dará, hallarás y se te abrirá (Mateo 7:7,8). Esto es lo que significa orar en el nombre de Jesús. El Señor dijo: “De cierto, de cierto os digo, que todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará" (Juan 16:23). No se trata sólo de decir al final de una oración “en el nombre de Jesús”. Sino que ores pidiendo lo que te fue concedido en Cristo, y creyendo que Dios te lo dará sin lugar a duda. ¿Por qué? Porque ya te lo concedió dentro de “las inescrutables riquezas de Cristo” (Efesios 3:8).
Como cuando Pablo está seguro que Dios suplirá todo lo que le falte a los hermanos en Filipos. ¿Por qué? El escribe con toda certeza: “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús" (Filipenses 4:19).
No es pedir todo lo que se te ocurra. Es pedir lo que ya te fue concedido en Cristo.
Tómate tiempo para saber qué te fue concedido a través de Cristo, y luego ora con una fe en base a eso. ¡Dios ya te lo concedió, sin duda te lo dará!
Tu carne te va a decir lo contrario, el mundo te va a decir lo contrario, las circunstancias muchas veces te van a decir lo contrario, y el diablo te va a apabullar con lo contrario. Pero tú: “fortalécete en el Señor”. En lo que el Señor ganó por ti.
Serie “Levántate y pelea” (basada en Efesios 6:10-20)
Luis Rodas
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Etiquetas:
levántate y pelea
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